Asociacion "Principe Don Juan Manuel" para el Fomento y la Conservación de la Cetrería

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La Cetrería

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HISTORIA DE LA CETRERÍA

Por: José M. Fradejas Rueda

Si la cetrería tuvo una época dorada, desde luego esa fue la Edad Media. A lo largo de los 1.000 años que abarca este período histórico, y en especial lo que se conoce como la baja edad media, más o menos desde el siglo X hasta el XV, la caza con halcones y azores disfrutó de su mayor auge y difusión.

No se sabe a ciencia cierta cuándo ni dónde se inició la cetrería en Europa. Lo que sí es cierto es que los pueblos germánicos la practicaban y le tenían un gran cariño y aprecio a sus aves de caza. En las Leyes Burgundias otorgadas bajo el reinado de Gundobad (500 - 505 d. C.) la pena por robar una ave de cetrería era que el ladrón debía de dar seis onzas de carne de su propio pecho para alimentar al ave, o en su defecto pagarle al dueño seis sueldos y pagar, además, una multa de otros dos. A decir verdad, las leyes medievales sobre las aves de cetrería eran terribles para los que las infringían. En el Fuero viejo de Castilla se cuenta una fazaña en la que un hombre mató un azor que le robó una gallina, y le costó a él la vida: Esto es por fasannia de don Diago Lopes de Faro: andaua a caçar en Bilforado e vn astor en Varrio de Vinna tomo vna gallina. Et vino el gascon e mato el astor, e mandol' don Diago prender et asparle en un madero; e pusieron le al sol aspado e que souyesse y fasta que muriesse.

Pero en la EdadMedia todo no era tan cruel, como se nos hace creer, y la cetrería tenía su aspecto amable y cortés, pues la cetrería no era una actividad que practicara un cazador en solitario. Si creemos a don Juan Manuel, y no hay motivos de dudar de su veracidad, para hacer buena caza y cumplida eran necesarios dieciocho halcones (Libro de la caza, cap. XI, final), lo cual suponía un buen número de gentes además de los cazadores, halconeros, ojeadores y otras compañas, entre las que se encontraban las damas, pues éstas también gustaban de cazar.

Estas partidas de caza  favorecía encuentros amorosos. O, como ocurre en la Celestina, la huída  del halcón de Calisto, propicia que éste entre en la huerta de Melibea y la conozca y se enamore de ella. De esto más sabemos por la literatura que por la historia, como, por ejemplo, de cómo pasaba el día una dama francesa en el siglo XV, Jean de Bellengues, dama amiga de Pero Niño, de quien se nos cuenta en El Victorial que: Desde que se levantava de dormir, iva a cavalgar, e los donzeles tomavan los gentiles, ella tenían conçertadas las garzas. Poníase la dama en un lugar, y tomava un falcón gentil en la mano. levantava[n] los donzeles, e lançzva ella su falcón tan donosamente e tan bien que nonpodía mejor ser. Allí veríades fermosa caza y gran plazer; allí veríades nadar canes, e tañer atanbores, e rodear señuelos, e damiselas e gentiles-honbres por aquella ribera, aviendo tanto plazer que se non podría dezir.

La cetrería fue un deporte, por emplear un término actual, que era básico en la educación de todo caballero medieval. Todas las obras medievales que tratan de la educación de los caballeros, nobles y príncipes hablan del papel fundamental que juega la caza en su educación. Para el Príncipe don Juan Manuel, según nos cuenta en su Libro de los estados, era tan importante como las lecciones de gramática, por lo que el joven noble debía pasar la semana "eyendo salvo el día del domingo ... [que] no se deve ni leer ni ir a caza. Esta educación se impartía a los nobles desde la más tierna infancia, y así Juan Manuel dice que si fuere de hedat que pueda andar a cavallo et sofrir la fortaleça del tiempo, non deve dexar, por fuerte tienpo que faga, de ir a caça en cavallo [...] et quando andudiere a caça, deve traer en la mano derecha lança o ascoña o otra vara; et en la isquierda deve traer un açor o un falcón. et esto deve fazer por acostumbrar los braços: el derecho, para saber ferir con él, et el isquierdo, para usar el escudo con que se defienda [...] et deve poner espuelas al cavallo, a vezes por lugares fuerte, et a vezes por llanos, por que pierda el miedo de los grandes saltos et de los lugares fuertes et sea mejor cavalgante.

Pero, como con todo lo humano, hubo abusos. No en vano, el rey Alfonso X en una de sus Cantigas de Santa María llegó a decir que la caza era uno de los mayores vicios. Hasta tal extremo se llegó que, a mediados del siglo XV español, un descnocido autor llamado Evangelista escribió una fortísima sátira sobre la cetrería, tanto de cazadores como de sus aves. A principios del siglo siguiente un escritor aragonés, Fernando Basurto, publicó un librito titulado Diálogo del cazador y del pescador (Zaragoza: George Coci, 1539) en el que recriminaba a un joven cazador de azor por su malhadada actividad, de la que no sacaría nada bueno. Además, que castellano no recuerda cómo obtuvo la independencia el conde Fernán González del rey de León, por el deseo de tener un azor y un caballo, Castilla obtuvo su independencia de León, tal y como lo narra el Poema de Fernán González.

LA CETRERÍA EN EL RENACIMIENTO

Durante el Renacimiento la cetrería siguió teniendo una gran estima y fue enórmemente preciada por lo nobles, como lo demuestran las muchísimas representaciones que se conocen y conservan, así como por los muchos libros que sobre el tema se escribieron y publicaron, no sólo en España sino en toda Europa. Felipe el Hermoso. S. XVI Sin embargo, a lo largo del siglo XVII se inició un lento e inexorable declive de la cetrería. En gran medida se debió al perfeccionamiento y popularización, dentro de lo que cabe, de las armas de fuego, así, los aficionados a la caza tuvieron una nueva modalidad cinegética, menos engorrosa y complicada, que les colmó de satisfacciones. También debieron de influir las corrientes puritanistas que azotaron toda Europa, la Reforma y la Contrerreforma, con lo que ideas que en el mundo medieval no se llegaron a plantear, como la posible pecaminosidad que subyacía en la caza, y que ésta en la biblia sólo fue practicada por hombres malos y perversos, recorrió las conciencias europeas.

A pesar de ello, en toda Europa se siguió practicando la cetrería, aunque en España estaba en franco declive. La casa real seguía teniendo su Cetrero Mayor y una especie de departamento llamado Real Volatería, también se seguía legislando sobre el tema, pero más por tradición legal que por regular una práctica casi inexistente, como lo demuestra que los grandes pintores del barroco español no nos hayan legado ninguna representación de una partida cetrera mientras que abundan las cacerías de jabalíes o los cuadro de reyes y nobles ataviados para la caza y acompañados por sus perros y armas de fuego.

En esta época es cuando la cetrería se exporta, de mano de los españoles, al Nuevo Mundo. Algunos autores, cegados por la falsa interpretación de una palabra (volatería) en los escritos de Hernán Cortés han sostenido que los aztecas la practiban. Otros han querido ver que fue llevada a América por Critóbal Colón en su primer viaje, en 1492, porque en su Diario del descubrimiento se mencionan los cascabeles. Varias veces los menciona, y en el relato del día 22 de octubre menciona "un cascavel d'estos de pie de gavilano", pero lo hace como término de comparación como como indicio de que llevara cetreros y gavilanes en él en ese primer viaje. Es en el segundo viaje, acaecido en 1493, cuando tenemos noticias fidedignas de que entre los hombres que acompañaron a Critóbal Colón iba un cetrero, de nombre Pedro Dársena, que recibió 620 maravedíes por su trabajo.

LA CETRERÍA EN EL MUNDO MODERNO Y CONTEMPORÁNEO

En el siglo XVIII hay un cierto interés academicista y la cetrería aparece en las páginas de algunos reputados literatos españoles como Jovellanos, quien estableció que la cetrería debió de llegar a España de la mano de los godos, o las páginas del padre Sarmiento dedicadas a la etimología de la palabra cetrería.

A decir verdad, la cetrería casi se extinguió en toda Europa a lo largo del siglo XVIII, aunque quedó algún reducto en las islas británicas y en los Países Bajos, en la comarca conocida como Valkenswaard, donde se mantuvo una interesante saga de halconeros holandeses que entroncaba con los halconeros bramanzones de los que hablaba Pero López de Ayala en 1385, y que hubieron de emigrar a las islas británicas para poder ejercer su arte. Así, en 1775 el Coronel Thornton fundó, con la ayuda de Lord Oxford, un Hawking Club que desapareció en 1838. Sin embargo, ese fue el origen del resurgimiento de la cetrería en Europa, pues con algunos de los miembros del desaparecido Hawking Club y bajo el patrocinio de la casa real holandesa se fundaría el Royal Loo Hawking Club, que desapareció años después, en 1853. Portada del primer número de Der Ordensfalke.

A pesar de ello, la cetrería fue ganando adeptos e incluso se llegó a utilizar como arma bélica durante el sitio al que sometió Bismark a la ciudad de París en 1871, pues se utilizaron algunos halcones peregrinos para abatir las palomas mensajeras que los parisinos utilizaron para comunicarse con el gobierno que se encontraba en Tours. El renacimiento total de la cetrería se dio en el período de entreguerras. En 1923 H. Goering impulsó la Deutscher Falkenorden fundada poco antes. Esta asociación sigue existiendo, con lo que es el club cetrero de mayor solera, además ha publicado desde entonces una revista que ha merecido un trabajo recopilatorio del cetrero alemán Peter N. Klüh (Bibliotheca Falconaria: 75 Jahre "Deutscher Falkenorden" im Spiegel seiner Schriften (Darmstadt, 1998)). En 1946 se fundó el British Falconers Club con los restos del Old Hawking Club y, así, poco a poco, se fueron fundado clubes cetreros por toda Europa y Norteamérica con una poderosísima North American Falconers Association (NAFA) que publica una de las más interesantes revistas sobre el tema.

También está resurgiendo la cetrería Hispanoamérica, una de sus últimas incorporaciones han sido los Cetreros del Valle de México que editan la revista Rapaz. Más recientemente se han ido creando escuelas de cetrería, sobre todo en Gran Bretaña (The British School of Falconry) y espectáculos cetreros como Le Aigles de Provins. Asímismo se han creado grupos conservacionistas entre los cetreros con interesantes proyectos como el The Peregrine Fund norteamericano o The Hawk Conservancy británico.

En España hubo un cierto interés academicista, erudito y caballeresco a lo largo del último cuarto del siglo XIX. Es la época en la que se publican las primeras ediciones de los clásicos medievales de cetrería, como el Libro de la caza Juan Manuel (1879), el Libro de la caza de las aves de Pero López de Ayala (1869 y 1879) o el Libro de cetrería de Juan de Sahagún (1885) y se dan cuantiosas noticias de la práctica cetrera en el periódico quincenal La Ilustración Venatoria (1878-1885), que dirigió el político y erudito José Gutiérrez de la Vega, cuya la labor se vio arropada por la de otros eruditos como Francisco de Uhagón o Enrique de Leguina. En esta época se inicia el coleccionismo y la catalogación de todas las obras de caza españolas, una de las literaturas mejor conocidas. José Gutiérrez de la Vega.

Sin embargo, el resurgimiento de la práctica cetrera en España vino de la mano del doctor Félix Rodríguez de la Fuente, magistral maestro que desenterró una vieja práctica casi totalmente desconocida en España y se la mostró al mundó, legándonos unas inolvidables secuencias televisivas y un magnífico manual -El arte de cetrería (1965 1º edic., y 1970 2ª edic.)- con el que se ha formado la gran mayoría de los cetreros españoles e hispanoamericanos de la actualidad.

Pero este renacer de la cetrería ha pasado por momentos oscuros y amargos, como cuando se estableció la prohibición de la cetrería (ley 4/1989) ya que se consideraba la cetrería como un método cinegético no selectivo y masivo. Gracias a una sentencia del Tribunal Contitucional la práctica legal ha sido restaurada en unas cuantas comunidades y cada día atrae a más gentes. Sin embargo, hay un amplio debate en contra de la práctica de la cetrería por parte de los conservacionistas y los ecologistas (CODA), que pretenden y reclaman la prohibición total de la cetrería ya que perjudica a la población de aves rapaces, aunque sus argumentos son por lo general exagerados, cuando no falsos (véase la constestación al manisfiesto de la CODA recogido en la revista electrónica Plumas para la caza). Aunque a veces los mismos cetreros, o algunos mal llamados cetreros, han dado alas a las iras de los proteccionistas ya que han expoliado nidos de rapaces y han traficado ilegalmente con algunos pájaros.

A pesar de estos pseudo-cetreros y de los conservacionistas a ultranza, la cetrería goza de una excelente salud y perspectiva, como lo demuestran algunos centros de cría en cuatividad o de recuperación de aves de presa o los programas de control de fauna en los aeropuertos, pues los mismos cetreros, los auténticos cetreros, son los primeros interesados en la conservación y protección de las aves de presa, pues son su pasión y su devoción.

Ya desde la Edad Media hubo reyes cetreros, como Alfonso X, que establecieron la protección de los nidos de las rapaces, de sus huevos, crías y cómo y cuándo se debían hacer los desnides: Que non tomen los huevos a los açores.- Otrossi mando en razon de los açores, que non tomen los huevos a los açores, nin a los gavilanes, nin a los falcones. Et que non saquen nin tomen açor nin gavilan del nido fata que sea de dos negras. Et los falcones que non los tomen fata mediado el mes de abril. Et que nenguno non sea osado de sacar açor nin falcon nin gavillan de mios regnos si non fuere con mio mandado. Et el que sacare qual ave quiere destas de los regnos, que peche el ave doblada. Et peche demas en coto por cada ave .C. maravedis. Et el que tomare açor o falcon o gavilan, o huevos contra este mio coto sobredicho, quel corten la mano diestra. Et si otra vegada gelo fallaren quel enforquen. Et si non oviere el coto sobredicho que yaga en mi prision quanto fuere mi merçet. Que non tomen açor nin falcon nin gavilan yaziendo sobre los huevos nin faziendo su nido.- Otrossi mando que a açor nin ha falcon nin ha gavilan, quel non tomen yaziendo sobre los huevos, nin faziendo su nido, nin mientra que toviere fijos ho huevos. Et açor mudado nin gavilan nin falcon borni nin bahari quel non tomen de una muda adelante. Et los falcones neblis que los tomen mudados o como mejor pudieren. Et qual quiere que nenguna cosa destas fiziere, quel corten la mano, et si otra vegada lo fiziere quel enforquen por ello (Cortes de Sevilla de 1252).

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